Dentro de nada hará años de tu muerte
y las fechas señaladas serán un martes cualquiera.
Nacían tres caminos en la puerta de tu casa,
que expuestos al sol desaparecían con pena.
Tus ventanas reflejaban escenas muy antiguas,
desconocidas y llenas de nombres.
Me distraían del estruendo de las cosas al romperse.
Vivíamos en una estancia plena, casi transparente,
con relojes, botas, cuadros, bombillas y gatos.
Las cosas que tiene la gente corriente.
Todos te recuerdan a su manera;
yo te veo tan nítida,
sentada en un sofá viejo, con la tela hecha jirones,
hablándome de tus viajes
en idiomas que quiero aprender.
Extraordinario, como de costumbre.
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