Hace varios años compré en un mercadillo de segunda mano la novela que aparece en la imagen superior. Lo único que conocía de ella era haberla visto referenciada a menudo en las antologías de ciencia ficción como una de las más relevantes del siglo XX, querida por lectores y críticos, premiada y admirada por varios autores a los que, a su vez, admiro yo, así que se vino a casa conmigo. No leí la sinopsis de la contraportada. Me esperaba una historia a la vieja usanza, a juzgar por la portada: naves espaciales, monstruos extraños de más allá de las nubes de Oort, viajes interplanetarios… No encontré nada de eso. Durante varios días conviví con una tribu de homínidos en el África de hace dos millones de años. Una novela de ciencia ficción… En el pleistoceno. Años después de su lectura, sus imágenes continúan vívidas en mi mente. Especialmente el emocionante final, del que nada diré.

Reeditada una y otra vez, sigue figurando entre los catálogos de obras muy valoradas por editores y autores de CF.
Fue divertido comprobar cómo una vez más las editoriales de ciencia ficción españolas me la habían vuelto a colar. La portada está hecha por alguien que no ha leído la novela ni ha hecho el más mínimo esfuerzo por conocer de qué va la misma, poniendo una imagen con varios clichés interestelares del género. No importa: Acervo, la Factoría, Ultramar y otras lo han hecho en muchas ocasiones, y se les perdona una y otra vez por haber editado tanto y tan bueno durante décadas. Ahora la parte controvertida: cualquiera diría que «Solo un enemigo: el tiempo» (el título en castellano es un poco raro, en inglés suena tan estupendamente bien como «No enemy but time») no es una novela de ciencia ficción. Desde luego, no lo parece.
En una época posterior a la guerra fría, que bien podría ser la nuestra, un aventurero huérfano y en la búsqueda de dar sentido a su vida viaja en el tiempo millones de años para convivir con una tribu de homínidos del pleistoceno, estudiarlos y aprender todo lo posible de ellos, para así traer un conocimiento antropológico de valor incalculable para los estudiosos de su época. La máquina da visos de no funcionar ni permitir un regreso al tiempo del protagonista, con lo cual deberá quedarse definitivamente con los homínidos que encuentre… o ingeniárselas para volver. Este viaje en el tiempo es la única característica de ciencia ficción encontrable en la novela. No hay más. ¿Es ciencia ficción? Durante la lectura me daba la impresión de estar ante un título metido en el género con calzador (cosa que da igual por lo mucho que se disfruta. Si escoges una novela policíaca y luego resulta ser de aventuras pero es estupenda ¿Qué más da?), aunque eso dependería de qué entendemos por ciencia ficción. Si pensamos en la definición más famosa, la de Asimov, no sabría que contestar. Dice el buen doctor: «La ciencia ficción es una rama de la literatura que trata de las reacciones de los seres humanos a los cambios en la ciencia y la tecnología». Es algo difícil considerarla así. Ahora bien, mi definición favorita es la de Norman Spinrad: «Ciencia ficción es lo que se publica en las revistas de ciencia ficción». ¡Así sí!

El paisaje prehistórico, un territorio muy inusual para la novela de ciencia ficción.
La consideremos o no, esta novela ofrece un retrato humano conmovedor, lleno de dignidad sin pasarse en lirismos ni arredrarse en la descripción de la durísima vida en el África de hace millones de años. La acción se alterna con capítulos que se turnan: unos desde el nacimiento del protagonista, etapa tras etapa de su vida hasta que realiza el viaje y otros de sus aventuras en el pasado remoto. Aunque los más interesantes son los de la supervivencia con los homínidos en un mundo completamente hostil, aquellos que hablan de la vida del protagonista hasta convertirse en el hombre que es son ágiles y amenos, y se terminan en un suspiro para volver a sumergirnos en las peripecias del pasado. Las descripciones de los episodios con terribles tormentas, cacerías, enfermedades, etcétera, de los más antiguos antepasados de la humanidad junto a este aventurero que hace lo que puede para sobrevivir son de una belleza indiscutible y rara de ver en el género. El autor intentó, al parecer, trascender la opinión que a finales del siglo XX todavía se tenía de la ciencia ficción como literatura infantil y juvenil, aspirando a escribir gran literatura. No sé si consiguió enteramente su propósito, pero el intento es maravilloso.

Paradojas temporales y tecnologías místicas y sorprendentes al mismo tiempo.
Resulta imposible no coger cariño a los homínidos que pululan por sus páginas, mucho más que a los humanos que aparecen en los capítulos dedicados al presente. Con sus breves vidas llenas de sentimientos más profundos que los de los modernos científicos y militares que rodean al protagonista durante sus años de formación, me conmovieron. Me encantó el viaje, estar con ellos durante toda la aventura.
Dije más arriba que nada diría acerca del final. Solo una cosa: las imágenes de las dos últimas páginas todavía vienen a mi mente de vez en cuando. Sin previo aviso, aparecen y me dejan pensativo unos instantes, muchos años después de su lectura, cosa que no consigue la mayoría de novelas que he leído en los años posteriores. Si eso no es gran literatura, qué lo será.