Metalenguaje

Al escribir dejamos espacios

entre las palabras, donde caben

ríos y montañas, caben conversaciones

más amplias que el propio texto.

Hay espacios entre las letras de una misma palabra.

Pequeños y extensos, llenos de matices

que el escritor no quiere que leas.

De modo que te entretiene con los ríos y las montañas,

bosques y caminos.

Las conexiones mágicas de las letras callan,

esperan que no te des cuenta de lo sucedido.

Es un banco de niebla silencioso. Hace trampas.

En esos espacios viven escenas

que parecen inventadas.

Sucedieron como cualquier día sigue a otro.

Suceden como cualquier vida.

Viaje a través del tiempo

Viaje a través del tiempo

en círculos.

La maleta es vieja y nueva.

A cada giro

desplaza el mundo.

Pone boca abajo la naturaleza,

y en otra vuelta al sol,

un recuerdo, que puede ser una madrugada

(de hace muchos años)

o una frase de alguien que murió

pero que la maleta recuerda.

Sucede otra vuelta,

(ahora el recuerdo es un paseo por el parque)

o una columna en una ciudad extraña.

La maleta gira, sobre sí misma, como un planeta.

De repente una noche,

ahora una mañana.

Un apretón de manos, una música,

una tarde de no hacer nada.

Hoy vive escondida

en el hueco de una escalera.

Viaja a través del tiempo.

¿Y de ella quién se acuerda?

Horas de sueño

Pasarán tus manos entre los relojes,

volarán suaves sin recuerdos.

Todo será nuevo, recién encontrado.

Cada persona en el mundo dormida.

Pasarán tus pies entre los árboles,

detenidos en detalles que solo tú puedes ver.

Volará tu mirada

entre la lluvia, la mañana,

la niebla, el mar.

No lo veré. No hay nadie cerca de mí.

Cada persona en el mundo dormida.

Palabra y tarea

Eras casi de papel. Casi de piedra.

Eras huellas dactilares, sonrisa con forma de palabra o de tarea.

En orden cronológico, en sucesión confusa, eras.

Caminabas con prisa y tus pasos

eran recorrido de imágenes e ideas.

Te recuerdo a veces,

durante un instante eres

como un poema.

Casas encantadas

No te deseo ser como yo.
Tengo tendencia a perder a mis personas favoritas.
Sólo tengo sentido de la orientación metafórica
y escribo lo que no puedo decir en voz alta.
Olvido. Luego recuerdo durante poco tiempo.
Me hacen feliz cosas pequeñas, casi nimias. Me pierdo en las cosas importantes.
Me dan miedo mi infancia y la gente que grita.
A veces permanezco fuera de la realidad durante horas. A veces durante años.
Colecciono libros y los leo.
Una vez encontré un muñequito en la calle.
Era idéntico a uno que me regaló mi madre cuando era pequeño. (Uno que había perdido hacía mucho).
A veces pienso antes de hablar. No me ha servido de nada.
Doy vueltas y revueltas
y tengo todos los calcetines desparejados.
Por lo demás, doy buena conversación con una cerveza delante
y hoy he ido al cine.
No me parezco a nadie.
No seas como yo, pero si lo fueras
te encantarán los libros acerca de casas encantadas.

Otro capítulo

Esta noche es dolor encerrado en otro capítulo

de formas grotescas. Tan familiar que podría saludarlo por su nombre.

Preguntar qué tal le ha ido el día, si tiene algo que contar que se merezca dos o tres instantes nocturnos.

Esta noche y otras que tienen que venir. Dolor encerrado en otro capítulo,

que no permite leer, hablar, pensar en voz alta.

Y tengo que tocar mis hombros y bajar la cabeza como si se tratara de una reprimenda

de alguien que no conozco,

al que he ofendido

y no alcanzo a ver.

Nombrar la realidad

Quisiera nombrar la realidad

como la nombraba Gloria Fuertes, con alegría sincera.

Convertir resignación en manos y ojos,

casas y caminos y cuentos.

Hacer de los objetos vidas breves,

que empiezan y acaban al ser nombrados.

Llenar de paisajes las horas,

como en los libritos cortos de Machado, que duraban toda la tarde.

Llevar un inventario de nombres brillantes,

luz que tenga olor, sabor y el tacto de los que se han ido,

(¡Qué bien hizo eso Benedetti!).

Y si pudiera releería escribiendo con la mirada de Borges,

la calidez de Ángel González,

el discreto fluir de abrazos de Cernuda.

Pero los días pasan, con ellos los años

y voy recopilando espacios en blanco.

Como los de Emily Dickinson,

que en paz descanse.