Al escribir dejamos espacios
entre las palabras, donde caben
ríos y montañas, caben conversaciones
más amplias que el propio texto.
Hay espacios entre las letras de una misma palabra.
Pequeños y extensos, llenos de matices
que el escritor no quiere que leas.
De modo que te entretiene con los ríos y las montañas,
bosques y caminos.
Las conexiones mágicas de las letras callan,
esperan que no te des cuenta de lo sucedido.
Es un banco de niebla silencioso. Hace trampas.
En esos espacios viven escenas
que parecen inventadas.
Sucedieron como cualquier día sigue a otro.
Suceden como cualquier vida.