Experiencia

Poema escrito con sueño:

varios días de búsqueda del momento

en que se revelaron juegos y posibilidades

al alcance de la mano de cualquiera.

Alguien aseguró la certeza de entenderlo todo,

a saber: los ríos, el trabajo, algunos encuentros,

los accidentes, el desamor y los cumpleaños.

Pero no está pasando.

Una visión de prestado, rota y sangrante desde lejos.

Barrimos los cuerpos del suelo y cerramos inventarios.

Una estación más, unos meses menos,

se fueron aplazando las tardes de tablero y dados,

las cenas de madrugada, los pactos, mis libros,

alguna farola enamorada que han dejado encendida.

Pero no está pasando.

Pienso a veces en lo que podría colgar en estas paredes desnudas

y blancas que no son mías, que a nadie le importan

y que con tanta pena miro.

Todo es ajeno. Nada ha pasado. Sumergidos, esperando,

pasa el tiempo. Es sabido.

Y aún no ha pasado.

Está todo por hacer.

Pasé el martes pensando que era jueves

El autor rodeado de libros

intuye un significado mágico en sus palabras.

Una iluminación tenue y casi falsa

que aporta el deseo de significados distintos.

Escucho murmullos de personas normales,

hablando de problemas que yo no podría tener.

Es el pasar estruendoso de un río que no conozco, y observo

el esfuerzo de aquél que deambula por la calle, me mira

y cree reconocer en mí a alguien. La inocencia,

de otro que compra un pan para su merienda,

o mira desde el balcón los corrillos alegres de los perros en la calle.

Cruzo con ojos cerrados sin entender el sentido del tráfico.

Absorto, escucho los días y los clasifico

escondido a plena vista.

Pasé el martes pensando que era jueves,

cambié el lunes por sábado.

Hoy ha llovido y lloverá también mañana.

Pequeño océano de detalles.

 

Teoría de la impregnación

En los lugares en los que se ha querido mucho

o se ha sufrido demasiado

quedan aisladas las vivencias.

Entre sus paredes permanecen abrazos que no han cesado,

gritos, golpes, injusticias.

Hay sensaciones como momentos divertidos y risas que flotan en el aire

desde hace cien años.

Entre el alféizar de la ventana y las puertas de los armarios,

duermen discusiones y juegos.

Estos lugares suelen dar miedo

por lo cotidiana de su naturaleza,

lo humano de su entorno.

Hay personas con agujas en los dedos, que los deslizan

por los surcos de sus muros y hacen brotar la música.

Yo crecí en uno de esos lugares

y todas esas canciones raras me las he llevado conmigo.